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Presupuesto 2011: El símbolo de la decadencia política


Durante estos días, el pueblo argentino ha asistido con estupor a la desvergüenza con la que se maneja un grupo de la oposición política nacional hacia el tratamiento de la ley de presupuesto nacional. Es ésta, denominada ley de leyes, la encargada de fijar los ingresos y gastos del sector público en base a las políticas económicas delineadas por el gobierno. Es importante recordarle a los “defensores de las instituciones” que nuestra Nación esta regida por una constitución presidencialista, que le otorga en cuerpo y espíritu la confección del presupuesto a la Presidenta Coraje de todos los argentinos.


Lamentablemente, la oposición actual nos tiene acostumbrados a repetir sistemáticamente en el corto plazo prácticas legislativas bochornosas de este calibre: su ausencia en la votación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, previo lobby tremendo del Grupo Clarín; la conformación de comisiones legislativas en números totalmente irrisorios de representatividad; votación a favor de la Ley de Quiebra del Estado, la que obligaba desprenderse de mas de 60 mil millones de pesos en activos al Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSeS en solo treinta días, al mismo tiempo que representaba una erogación de similar calibre en concepto de salarios previsionales sin una sola mención acerca del origen de dichos fondos. Después de haber reconocido como perdida la votación, acontece lo inexplicable: denuncias de sobornos sin plata de por medio, acusaciones de mensajes mandados sin tan siquiera la exposición de alguno, diputadas que denuncian operaciones políticas pero se muestran renuentes a nombrar a los denunciados por “valoración personal”, diputados que se prestan a su propia humillación en manos de pseudo-periodistas que juegan a ser Patti o Camps, hasta la denuncia de una Banelco por parte de Patricia Bullrich (la misma que se enorgullece de su trabajo en el gobierno de De la Rúa, quien fue el pagador de la Banelco).


Si detuviésemos el análisis en las peripecias de estos diputados elegidos en el 2009 (el voto castigo no fue a Kirchner sino a la sociedad en su conjunto), fallaríamos en el análisis de fondo. Esta operación política burdamente orquestada por el CEO de Clarín y perpetuada por su puntera de moda, la otrora dirigente radical Lilita Carrió, apunta a un flanco que se encuentra en composición: la participación política. “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Miremos. Observemos. La operación de mostrar que el kirchnerismo no puede vivir sin su creador es tan alevosa que ni siquiera merece una sola palabra más. Pero miremos más allá y corramos el velo de las suspicacias. Estas cuasi-denuncias de corrupción tienen como objetivo mostrar al oficialismo como representación de la vieja política que opera a través de sobres, presiones, negociaciones en la oscuridad, a espaldas del pueblo que se arrojo masivamente en las calles a llorar a su líder político, pero también a poner fin a su comodidad de living para salir a unirse a esa masa que se encontraba en franca avanzada y que tanto resquemor produce en la reacción, la militancia.


“La sociedad argentina en lo que parece ser un signo trágico de la última década, contempla la deserción de su dirigencia política. Esta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora, cambio es el nombre del futuro”. Con esas palabras, Néstor Kirchner asumió la presidencia en el 2003. Podríamos tranquilizarnos viendo sus lamentables intentonas desde sus bancas opositoras. Aunque es nuestro deber como militantes de su causa, de NUESTRA causa, escapar a las operaciones políticas mezquinas implementadas por los conglomerados económicos que fueron partícipes de nuestra debacle como Nación e intuyen la populosa juventud que está dispuesta a tomar las banderas de la causa nacional y popular y llevarlas flameando hasta la victoria.

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