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"Concentración económica, formadores de precios y puja distributiva: la dimensión política de la inflación"

Miércoles 16 de Junio 21:00 hs
Salón de usos múltiples (SUM) 1er piso
Facultad de Ciencias Económicas UBA

Guillermo Wierzba (Economista, Director del Cefid-AR (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina) y docente FCE-UBA)

Juan Santiago Fraschina (Economista, integrante del GEENaP (Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular, investigador y docente de la UBA)

Organizan: La Quinquenal y Juventud Carta Abierta




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Quizás haya sido el clima pre-mundial habitando en el aire, no lo sabemos, pero lo cierto es que durante los festejos del Bicentenario la mayoría de la sociedad argentina volvió a estar unida. Unida como hace mucho tiempo no lo estaba.
Pasaron cosas insólitas, como poner TN y que se hable bien de un acto organizado por el gobierno, o que la selección del Diego ganó, gustó y goleó. Particularidades de un Bicentenario, bienvenido sea, que brindó un impass en la tensión social con la que ya estamos acostumbrados a convivir diariamente.
El malestar, fogoneado desde los medios, que cierto sector de la sociedad había manifestado en las semanas previas a los festejos se rindió rápidamente ante la sublime celebración.
Las críticas por el feriado del 24 (¿cómo se entiende que el pueblo trabajador se queje de que le den un feriado por los preparativos para la fiesta patria más grande de los últimos 200 años?) y el fastidio de los tacheros ultrafanáticos de Radio 10 por los cortes en la Av. 9 de Julio, se evaporaron para sumarse a la fiesta popular.
Hubo excepciones, por supuesto. Mauricio Macri, convirtió la reinauguración del Teatro Colón en un acto político del PRO, negando a la vez, los derechos de transmisión del mismo a la Televisión Pública. Pero ni siquiera esta chicana política del Mauri (una más y van…) pudo empañar los festejos del Bicentenario, que representaron una verdadera fiesta popular. Y las fiestas populares, las verdaderas fiestas, no saben de ideologías ni partidismos, son de todos.
La gente se movilizó masivamente, colmando todos y cada uno de los muy diversos actos, actividades y eventos culturales propuestos por el Gobierno Nacional, y desterrando con su presencia esa idea de “odio visceral” hacia el oficialismo que algunos sectores políticos y mediáticos se empeñan en instaurar.
En definitiva, el Bicentenario nos devolvió a los argentinos un poquito de ese orgullo nacional tan bastardeado en los últimos tiempos. Nos devolvió la alegría, esa que algunos pocos nos quieren sacar, porque una sociedad enojada es más susceptible de ser manipulada.
Sería muy importante poder comprender que esa alegría no nos es dada sino que es nuestra, es parte del patrimonio del pueblo. No necesitamos un Bicentenario ni ganar la Copa del Mundo para poder unirnos y festejar. Somos libres de hacerlo cuando queramos.
No dejemos que nos quiten la alegría ni la esperanza. No seamos peones en un juego de ajedrez entre grandes sectores de poder con intereses que en nada coinciden con los del pueblo.
Entendamos que de nuestro aporte, sí, del de cada uno de nosotros, depende la construcción de un país con un modelo de inclusión donde cada vez se reduzca más la brecha entre los que más y los que menos tienen, donde se respeten los derechos humanos y exista la justicia social.
En este Bicentenario vale la pena hacer memoria. Pero no sólo para acordarse de las proezas de San Martín, Belgrano, Moreno y Castelli. Sino también para pensar acerca de la coyuntura histórica que nos toca vivir, como argentinos y como latinoamericanos. Estamos ante la fantástica oportunidad de que sea, de una vez por todas, el pueblo en su máxima expresión quien escriba realmente las páginas de la historia.


Después de muchos años de desilusiones, por fin el clamor popular ha encontrado en el Gobierno Nacional un interlocutor válido que atiende a sus demandas y, no sin cometer errores, trabaja en pos de incluir a los sectores populares que fueron los más lastimados y marginados por años y años de crudas políticas neoliberales y gobiernos para unos pocos.
Sólo conociendo y recordando el pasado podremos comprender el presente, para así lograr construir entre todos un futuro mejor y más digno para nuestro pueblo. La situación actual puede ser una “primavera” en la historia de nuestro país a recordar con nostalgia, o el comienzo de un proceso de cambio cada vez más profundo que nos lleve a construir esa Argentina de la igualdad y la inclusión social que tanto anhelamos. De nosotros depende!